In Entrevistas

4 de Diciembre de 2012

Sebastián Narváez

Prensa SACVEN

Nacida en Polonia en una época difícil, creció en Israel y está orgullosa de sus raíces judías, condición que según ella, ha influido en su personalidad y manera de escribir. Sus posteriores inmigraciones la han llevado, al fin, a Venezuela, donde vive desde hace 30 años, aunque su acento muy particular la delate y reclame sus orígenes. Apasionada por las líneas, los trazos, la arquitectura, las letras y las culturas foráneas, su mayor aspiración consiste en seguir escribiendo cosas que tengan algún sentido y belleza narrativa. Sus numerosos premios y reconocimientos obtenidos en menos de una década, nos muestran el potencial de esta encantadora dama que pareciera destinada, más allá de su infinita modestia, a dejar huella en la narrativa venezolana.

¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser escritora y tenía talento para eso?

Me di cuenta dos veces, la primera vez cuando tenía seis años y ya escribía poemas y pequeñas historias… eso sí, todo en polaco. La segunda vez fue a comienzos del nuevo milenio, cuando ya había pasado los cincuenta años y fue una sorpresa, porque nunca pensé que pudiera escribir en español. Fue cuando comencé a entrar en el campo literario y también a estudiar, ocurrió como si hubiera momentos en que uno, súbitamente, vuelve a sus orígenes.

¿La frase “siempre tuve más vida en el tránsito que en el destino” representa algo para usted?

Se adapta mucho a lo que he sido y a lo que soy. Siempre me he sentido bien en situaciones y periodos de tránsito, en estancias de tiempo limitado, la universidad, estudiando algo, preparándome para algo o como ahora, siendo principiante de escritora. Las situaciones de tránsito son como vacaciones, no tienes que tener el control, no debes pensar a largo plazo, ni preocuparte con dirigir tu vida. Nunca fui muy buena en estas tareas.

¿Qué temática predomina en sus escritos?

Básicamente, no me atrae lo momentáneo ni la temática reducida; prefiero relatos que no se pueden definir en pocas palabras, me gusta abarcar una buena porción de la materia vivida, que extiendan ramas hacia otras historias y tengan raíces en el tiempo. Tampoco pretendo “reflejar” alguna realidad, denunciar o corregirla. Mis temas se relacionan con la continuidad, la memoria y el desarraigo, la ficción dentro de lo vivido y los atisbos de lo fantástico en los agujeros de la realidad. Desafortunadamente, todo lo escrito por mí hasta ahora se ha inspirado de manera más o menos oculta en mi propia vida. Ojalá pudiera despegarme de mis historias.

En sus cuentos ¿plasma fielmente parte de su vida o le adiciona datos ficticios y hechos no acaecidos?

Dentro de un espacio narrativo-descriptivo y sentimentalmente “fiel”, toda ficción resulta orgánicamente verosímil. He comprobado que una buena ficción siempre crece desde las entrañas de algo verdadero.

¿Además de los cuentos existe algún otro género literario en el cual le gustaría incursionar?

La novela por supuesto; tengo algunas comenzadas pero todavía no me he disciplinado lo suficiente para estructurar una historia larga. Mis cuentos se escriben a partir de un detalle, una imagen, una atmósfera, luego con suerte encuentran un sentido y un final, y después las pulo durante mucho tiempo, que es la parte que más disfruto. La novela no funciona así, no lo creo. Por otra parte, no dispongo del conocimiento cultural necesario para el ensayo, mi percepción de la realidad es demasiado confusa para el periodismo, y, aunque de niña escribía poesía, nunca he logrado ni un poema en español. En eso siento la diferencia, a pesar de todo, entre idioma materno y aprendido. Para una persona que habla seis idiomas

¿Qué opinión le merece el castellano con relación a otros idiomas al momento de escribir y de expresarse?

Cada idioma es maravilloso cuando se profundiza en él. El castellano, comencé a descubrirlo hace unos siete años, gracias a la lectura. Un día comencé a leer y a sacar de los libros palabras y expresiones que no conocía, me organicé mi propio diccionario, por ejemplo: palabras que describen sonidos y colores, verbos que unen y separan, términos de fuerza y debilidad. Así me enamoré de todas esas palabras y del idioma. Para quien sienta la necesidad de escribir, el lenguaje es lo primero y lo último. El hecho de que uno se defienda bien en seis idiomas no hace escritor a nadie. Para mí era más bien un impedimento, tuve que dejar toda lectura que no fuera en castellano para enfocarme. Para ser escritor hay que poseer un sólo idioma, pero tiene que ser a fondo, no sólo el campo semántico de las palabras, sino también su musicalidad, cadencia, textura… Es un mar insondable, donde yo chapoteo apenas en la orilla. Una cosa que me fascina particularmente del castellano es que permite e invita a esas frases muy largas que se mantienen “como una pluma en el aire”, tú sólo dosificas el soplo y la oración sigue allí, ligera, no pesa y no se cae.

¿Entre los premios y reconocimientos que ha recibido recuerda alguno con especial satisfacción?

Todos son especiales y todos dan una enorme satisfacción. Especialmente en el momento mágico cuando te notifican por teléfono que has sido seleccionada para el premio o una mención, a mí ya me ha pasado seis veces desde que comencé a escribir y la alegría mezclada con incredulidad es siempre la misma; más bien crece, pero al mismo tiempo da mucho miedo porque una sabe que con cada premio las expectativas crecen también, con cada salto sube la barra para el siguiente y es como caminar al filo de un abismo, sobre todo cuando se escribe, como en mi caso, muy poco.

¿Usted que ha participado en otras ediciones del Concurso de Cuentos que organiza SACVEN, que recomendación podría hacerle a los organizadores?

Ninguna, creo que ese concurso es fabuloso porque a diferencia de otros, menos “amigables”, el de SACVEN da mucha incentivo a los participantes, ya que aparte del ganador abre camino a un gran número de finalistas que verán su cuento publicado. Eso es algo digno de reconocer. Las publicaciones del concurso de SACVEN representan para mí la muestra más actualizada de la cuentística venezolana. También la impulsan.

¿Cuál es su recomendación para todos esos nuevos escritores que tienen la ilusión de hacer carrera en las letras?

Que lean muchísimo: tienen que enamorarse de las palabras de otros, de la exactitud descriptiva de Antonio Muñoz Molina, de los atajos narrativos en los cuentos de Cortázar, del movimiento en Adriano González León o la visión cinematográfica de Antonieta Madrid. De Kafka, Borges, Kundera, Clarece Lispector, Carlos Fuentes, Sadie Smith… Son realmente tantos y tantos libros y siguen apareciendo, universos de libros que le tocan a uno el alma. Sin eso no se puede escribir.

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