Viernes, 1 de febrero:
Mi articulo salió hoy en Haretz. Me reportan comentarios desde Israel, por lo que puedo decir que yo tambien ya he ingresado en las filas de los pitiyanquis y agentes de la Cia. Incluso soy un logaritmo
[2]
es tan importante recordarlo:
-el comunicado de un gobierno no representa a toda la nación
-el tweet de un individuo no representa a toda la nación
-un comentario de cualquiera no representa a nadie más que a él.
-Hoy las peroratas de los borrachos de taberna pueden extenderse en verdades universales. Cuidado. (Huberto Eco, dixit)
-Las generalizaciones crean realidades abstractas en las que vivimos
-no somos naciones, no somos países: somos individuos, responsables a título personal por las pendejadas que difundimos como individuos.
Perdonen esta descarga individual… (vodka. sin taberna)
[3]
El diálogo según un dictador, por Rafael Cadenas:
Versión originaria: Cuando yo dialogo, no quiero
que me interrumpan.
Versión segunda: Yo dialogo, pero advierto que no cedo
en mi posición.
Versión tercera: En diálogo, los que me contradigan deben
reconocer de antemano su error.
Versión cuarta: Después de mucho cavilar, dictamino
humildemente que el diálogo es innecesario.
Lunes 4 de febrero:
Nunca se podrá insistir lo suficiente sobre las fuerzas simbólicas que actúan en la política.
En mi artículo sobre Venezuela (la parte que no publicaron) escribí:
«Esta “Revolución” reúne componentes ideológicos de gran fuerza simplista, los símbolos patrios y de culto santero, la estética narco y el control total de las armas, amén de los recursos económicos y mediáticos de la nación; pero ni eso lo explica todo. Al inicio de ese desastre el gran escritor mexicano, Carlos Fuentes, calificó a Chávez como “la peor pesadilla del realismo mágico suramericano” y en efecto, sin ese componente no hay manera de entenderlo.»
(Siguen varios ejemplos).
El escritor Barrera Tyszka lo dice de manera mucho más tajante:
» [Los voceros del chavismo], en general, mantienen un discurso bipolar. Sus voceros pueden hablar, al mismo tiempo, como políticos, como pastores religiosos o como delincuentes.»
Hoy día, por fin parece que la oposición democrática no solo está forcejeando a ciegas dentro de esa realidad. Está construyendo un discurso propio.
Miércoles 6 de febrero
Repiten con Amanda (si pueden):
TOMO CHICHA CON CHIMICHURRI EN UN CHINCHORRO EN CHICHIRIVICHE
(Trabalenguas inventado camino a Chichiriviche de Falcón, el 18 de este enero, en un puesto de pescado frito y su playita sucia, pero con viento del mar):
Perdonen la digresión… sé que los tiempos no son para publicar frivolidades. Pero tengo suficientes años encima para estar convencida de que cualquier burbuja de felicidad humana está en la esfera privada de trabalenguas, amores y rostros conocidos. Lo colectivo es siempre fuente de opresión y angustia. SIEMPRE. Aun cuando está en una etapa primaveral de renacimiento y esperanza como la que, espero de corazón, nos ha sido dado estar viviendo en estos días.
Los que solo logran vivir su identidad a través de lo colectivo, no solamente son unos infelices sin saberlo: también son muy peligrosos para los demás.
Jueves, 7 de febrero
Leí algún artículo de los miles que hay sobre el tema y me puse a pensar que yo crecí en un mundo diferente. Bueno… sí y no. No me enseñaron a guardar mi virginidad hasta la boda pero sí, a cuidarme de un embarazo indeseado. No me enseñaron a desconfiar de todos los hombres pero sí de los pervertidos. Crecí en Israel donde la igualdad de los derechos (y obligaciones) de las mujeres estaba bastante avanzada y en una familia laica bastante progresista. Mi padre, conocido científico, quería que su hija llegara en el campo profesional al menos tan alto como él. Con todo, me advertía que, para lograrlo, yo tenía que ser «mejor que los varones». Y, por detrás, mamá saboteaba aquello con sus dulces consejos: si quieres gustarles a los muchachos, no debes mostrarte «demasiado inteligente».
Las indignadas e indignados de hoy gritarían al cielo ante la hipócrita ambiguedad heteropatriarcal de tales mensajes. Pero yo crecí en un mundo diferente y me encanta lo ambiguo y las matices. Y me encantan los padres que tuve. Eran lo m’aximo.
[2]:
Si el chavismo bloquea la entrada al país de camiones llenos de insumos médicos para la población venezolana, queda expuesto que es un régimen de asesinos.
Si deja entrar ese aporte de ayuda humanitaria, queda expuesto que siempre lo ha sido.
No me parece mala jugada para los golpistas desarmados que somos.
Viernes, 8 de febrero:
Debería estar haciendo algo. Escribiendo, por ejemplo. Pero no puedo concentrarme. El teléfono pita, las redes llaman, en cada minuto puede estar «pasando algo» y ¿cómo sobreviviré si me lo pierdo? La tarde ya oscurece, y tal vez me estoy perdiendo el post que me cambie la vida o el artículo que me ilumine su significado. Trato de olvidar cuantos años tengo. Trato de olvidar mi crisis de hernias discales y la inflamación en la zona del fémur. La maldita ciática. Olvidar ese dolor y el otro, todos los dolores. Trato de tomar algo pero mi provisión de ibuprofeno está terminada. Mi provisión de diclofenaco está terminada. (No hay, dicen en las farmacias). Igual, son malos para la salud. Venezuela es mala para la salud. Pasar de setenta años es definitivamente malo para la salud. Y las redes sociales tampoco son tan buenas que digamos. Pero no hay nada más eficaz que la mezcla de todo aquello para suspender la vida día tras día en el nimbo de la procrastinación.
Jueves 14 de febrero, San Valentino
Éramos tan diferentes. No compartíamos los mismos talentos ni intereses, no nos gustaba la misma gente, ni libros ni películas, Nada de eso define el profundo vínculo de pareja que tuvimos por casi 40 años hasta que quedé sin flores ni cena en los días de San Valentino. A veces me digo que es mejor así. No me lo imagino en esa ruina del país y de la vida cotidiana, él no lo habría podido soportar: eso pienso, porque tendemos a olvidar la fuerza vital de los que ya no están. Lo más probable es que me habría protegido como siempre, aquí o fuera de aquí. Quién sabe. Los que se van se quedan flotando en algún punto del pasado mientras a nuestro barco se lo llevan las olas más y más lejos.
Sábado 23 de febrero:
Todo parece suspendido del único anhelo: que entren al país esas gandolas de ayuda humanitaria. Que pasen el cerco criminal de policías y paramilitares del régimen. Que atraviesen esas fronteras. Y cuando lo hagan, qué? ¿Acaso nuestro territorio no esté plagado de escoria con o sin uniforme por todas partes? ¿Acaso no estarán en cada autopista, puente, alcabala? Me extraña que nadie pregunte acerca de cuál será el destino de esos insumos dentro del país, cómo pasarían los múltiples cercos internos, ¿cómo van a evitar ser tomados por el régimen y presentados como suyos, o simplemente saqueados como muchas gandolas que transportan comida? Me angustia esa sensación depredadora que se desprende de las redes de que todo se decide hoy en la frontera.
Yo también aquí, ansiosa, pendiente, conmovida… pero no logro olvidar que (aún si logren entrar lo que no está garantizado para nada…) sería solo el primer paso de esa ruta. Maravilloso, pero frágil.
[2]
Pensé mal, pero no tuve razón: lo han hecho aún peor. Pensé que dejarían entrar las gandolas y las atacarían dentro del país. Prefirieron hacerlo en la frontera.
Para que no quepan dudas sobre con qué clase de mnalditos criminales estamos lidiando.
Domingo, 24 de febrero:
Cuando me califiquen de «escritora venezolana», no es una clasificación por lugar de nacimiento. Para mí es un logro. Es un derecho adquirido, así como esa nacionalidad que debo ratificar (sin razón) a cada cambio de cédula pero de la que estoy orgullosa. Y hoy más que antes. Mucho, mucho más.
Miércoles 27 de febrero:
No me defino como opositora. No me defino como feminista. Soy simplemente una persona. Y qué difícil, Dios mío, qué difícil resulta ser simplemente una persona en este país deteriorado hasta los huesos, en este mundo superficial en que solo los estereotipos triunfan.