Para no perder el hilo.
(Literatura Mondadori, 2009).
Este libro abarca cuentos escritos, en su mayoría, entre 2004 y 2008. Seleccionar y agruparlos no fue una tarea fácil; supongo que nunca lo es. Vistos por separado parecían dispares, diferentes en su contenido, tema y ambiente narrativo, cuentos del orden y cuentos del caos, y sólo al juntarlos aparecieron puntos y líneas comunes, porque, yuxtapuestos en un conjunto, los relatos potencian siempre los lazos de sentido que los emparentan.
Poco a poco, el deseo de no perder el hilo se reveló como una constante en el mundo ficcional de estos relatos a la vez que gobernaba el propio proceso de ordenarlos y ponerles un título. El primero fue Cuentos de aquí y allá, porque están ambientados, sin duda, en ambos lados del Atlántico y porque muchos de sus personajes son inmigrantes; luego, siguiendo la misma lógica, el libro pasó a llamarse Esquinas opuestas. Pero no seguí en esa dirección. En el espacio donde se escribe nadie es extranjero, y éstas no son historias de una inmigrante. Su clave es otra. Tras un tiempo de reposo, cambié el título a “Intentos de coherencia” y luego a “Para no perder el hilo” reforzando también el lado autobiográfico de la selección por la inclusión de la Carta a Klara Ostfeld y fragmentos de un diario sembrados entre los cuentos.
Sin embargo, el aspecto personal es sólo uno de los distintos “intentos de coherencia” de todos los protagonistas, quienes se las apañan como pueden para mantener un hilo conductor en el relato de su existencia. Toda forma de vida es una resistencia al caos, afirma uno de ellos: tarea difícil para los habitantes de estos cuentos, seres algo extraviados, ajenos a los contundentes ordenadores de la vida colectiva, como la religión o ideología política. Lo suyo son siempre “intentos”, nimios gestos al margen de los grandes. Juegan a memorias inventadas, enfocan las hojas olvidándose para siempre del bosque, se aferran a los ritos de buenos modales en medio de cualquier “jungla” del planeta, encuentran un túnel, imaginario o no, para escapar de una realidad de violencia y tristeza y respetan sus propios códigos de victoria y derrota por más absurdos que sean. Una de las protagonistas se ayuda con un “empujoncito” de ficción para paliar el desgaste del amor de pareja causado por los años y la vida cotidiana; otra, atrapada en la temporalidad repetitiva de sus días busca restablecer el fluir del tiempo en un rapto–rescate de una niña; y otra más —inmigrante en dos ciudades— descubre sus vínculos con el futuro y el pasado dibujando los espacios urbanos. En la esquiva cotidianidad posmoderna del cuento más reciente (Liberación animal), distintas voces reordenan la materia vivida, cada una a su manera.
Y hay quienes intentan mantener el hilo conductor de la vida por el mero proceso de narrarla, como la protagonista de El secuestro y, desde luego, yo misma, en esos fragmentos de un Diario (ficticio, como todo lo que termina escrito) que se entretejen con los cuentos.
Krina Ber, Caracas, septiembre de 2008
Texto de presentación del libro. Entretejiendo vidas y ficciones: Para no perder el hilo, de Krina Ber
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