In Nube de polvo, Reseñas

10 de enero de 2018

Una sabiduría de vida contada con una sabiduría narrativa: La obra de Krina Ber II

Judit Gerandas Kiss

 

La novela

Una novela de aventuras, de amor, de misterio, de crimen, de erotismo, de exploración de las relaciones familiares y de indagación social en la Venezuela contemporánea, todo eso es Nube de polvo1 , de Krina Ber, obra que ha recibido el Premio de la Crítica a la Novela del Año 2015, en Caracas. Y es, además, una historia que atrapa al lector, no le da respiro, al libro literalmente no se le puede soltar de las manos. Vilma, la protagonista adolescente, personaje sólidamente construido, ocupa todo el espacio narrativo, es el centro del acontecer, encadena una aventura tras otra, generando un movimiento cinematográfico que culmina en picos dramáticos que, junto con todo lo ya dicho, llevan hacia adelante la acción de un texto que, más allá de su aire risueño y de su lenguaje chispeante, y también gracias a ellos, se constituye en una magna obra estructurada con mano firme, a partir de una mirada que, cual caleidoscopio, ofrece una visión que va girando, siguiendo el movimiento desencadenado y su permanente transformación.

Nube de polvo, primera novela, y hasta ahora la única, de la autora, se vincula estrechamente con los tres volúmenes de cuentos que ya hemos revisado. Al mismo tiempo, se diferencia de ellos en cuanto al ritmo del acontecer: sosegado en los cuentos, trepidante en la novela. Se trata de una historia de amor, de una novela erótica, pero también de una dura visión de un mundo social corrupto y deteriorado.

Yo, desde que leí esa novela, me enamoré de ella. La obra no se embelesa en su lenguaje: la voz que narra se expresa con él. La fecunda imaginación de la escritora va creando una serie de acontecimientos que se sostienen con gran verosimilitud y se continúan el uno al otro sin pausa, aunque la autora tampoco se embelesa en ellos, con sabiduría va desarrollando un constructo, no pierde de vista la composición que va estructurando.

La protagonista es una chica de una vitalidad excepcional, un personaje de novela inolvidable y paradigmático, que resplandece dentro del acontecer narrativo en medio de otros personajes también seductores, tales como Antonio, su padre, Yurama, su joven madrastra y Jorge Barbosa hijo, “el muchacho”. Pero creo no exagerar al decir que Vilma Sandoval pertenece a una estirpe de figuras femeninas rebeldes, poco convencionales y llenas de coraje como Scarlett O’Hara (de Lo que el viento se llevó) o Catherine Earnshaw (de Cumbres Borrascosas), aunque sin la perversión y el egoísmo de éstas, todo lo contrario, esta muchacha de finales del siglo XX se rige por un código de ética indoblegable, el cual la llevará a chocar con el mundo con frecuencia. Notablemente, además, aparte de combativa, es alguien que es feliz de ser quien es. La felicidad puede consistir apenas en disfrutar del silencio, el cual solo llega al final del día, cuando las gigantescas máquinas demoledoras, propiedad de la empresa Turisteca C. A., dejan de trabajar y de producir su enloquecedor ruido. Entonces, cuando por fin ya se puede oír lo que se dice por teléfono o personalmente, el padre invita a Chinita (apodo con el que nombra a su única hija), a salir de la casa de la bahía, ese último verano durante el cual pudieron pasar sus vacaciones ahí, antes de que la gran empresa comercial se saliese con la suya, para construir en el lugar del paraíso original un infernal complejo turístico que acabará con los entrañables espacios que tanto se amaron.

La demolición nos muestra un hecho que ya ficcionalizó brillantemente Salvador Garmendia en su famosa trilogía –Los pequeños seres, Día de ceniza, La mala vida– y también forma parte del “país portátil” de Adriano González León. Mundos que se convierten en ruinas, para dar lugar a lo que se cree serán nuevos paraísos, para luego frustrarse en relación a esas expectativas.

La novela nos sugiere que la demolición de una casa es como un asesinato y, de esta manera, genera un duelo, una intensa tristeza y una despedida. Por lo demás, vale la pena mencionar también el reiterado tema de la modernidad en la narrativa venezolana como el tiempo y el espacio del mal, de la devastación a partir de la tecnología y de la presencia de las máquinas. Es un sentimiento hondo y estructural, que se percibe como el derrumbe del mundo propio. Se tiende a olvidar frecuentemente que en tiempos anteriores también existieron la miseria, el mal y el deterioro, así como momentos armónicos y de felicidad.

Volviendo a Nube de polvo, pareciera haber en ella un juego intertextual con una película de terror estadounidense, de 1997, que también tiene lugar en la playa y cuyos protagonistas también son jóvenes. Sé lo que hicieron en el verano pasado se titula la película; “y de todo ese verano: sé lo que pasó, conozco los eventos” (p. 20), se nos dice en la novela, en la cual se nos cuenta un intenso pero breve amor, con gracia, con humor, con pasión. Un gran amor, más bien, que solo duró dos semanas.

Se trata de una novela muy honesta, que muestra las contradicciones tanto de los personajes como de las situaciones, en ningún momento se trata de un mundo en blanco y negro, sino de uno que, con logradas atmósferas psicológicas y con la confrontación de lo subjetivo y de lo objetivo sitúa el deseo y lo erótico individuales en el contexto de los grandes intereses comerciales.

Hay también un sugestivo momento de autorreferencialidad: “Los milagros ocurren a veces. Muy pocas veces. Y aquella era una de ellas” (p. 242). Incluso se nos aclara, en oposición al cuento “Los milagros no ocurren en la cola”, al que alude, que “El verdadero milagro estaba en la perfecta sincronía entre el deseo y la realidad” (p. 247).

La novela comienza con el miedo, a la espera de la próxima acción de la empresa, para presionar por la venta de la casa. Es algo que invade la existencia y roe los días, una intensa y predominante sensación. El miedo está agazapado tras la felicidad en la casa, ese último verano.

Pistas importantes están mencionadas como al azar, contribuyendo a una perfecta arquitectura narrativa. Y una narración de excesos fluye con entera naturalidad, protagonizada por Vilma, la cual, como todo adolescente, necesita un mundo seguro. La propia realidad representada le irá demostrando que eso no existe. La madurez consistirá en aceptarlo, algo que, como veremos en los insertos que se refieren a un momento veinte años posterior a los hechos que se van narrando, Vilma habrá logrado.

Nube de polvo

Vale la pena detenernos en el aparentemente poco expresivo título de la novela, en la nube de polvo. En un primer momento pensamos que se trata de la polvareda que se levanta en el pueblo, a causa de la demolición que está llevando a cabo la poderosa empresa que ha comprado, a precios irrisorios, todas las casas vacacionales. Todas menos la de los Sandoval, puesto que Antonio se ha negado a vender. Tendremos que recordar la cantidad de veces que nos hemos encontrado con la polisemia en los cuentos de la escritora y ofrecerle una apertura a la comprensión a ese título, que aparentemente no nos dice mucho. Para demostrar lo contrario, tenemos que volver al texto, en el que hay numerosas referencias a sus significados.

Efectivamente, nube de polvo connota a un mundo que desaparece, que queda demolido. Pero a la vez señala también la pérdida de la confianza, la constatación, desde la mirada de la adolescente, de que los adultos son corruptos, casi sin excepción, en mayor o menor grado.

La devastación genera polvo y se mezcla con el resplandor del sol y con la pureza del aire, convirtiendo la imagen de las personas en figuras cinéticas: “Las siluetas de Margó y de mi padre se dibujaban temblorosas a contraluz en el porche, como suspendidas en un líquido turbio de polvo y de sol” (p. 65). La estela de polvo cubre todo el ámbito que antes fue paradisíaco, pero significa aún mucho más que eso. Dentro de la visión oximorónica de la autora, que ya observamos en sus cuentos, la nube de polvo es también un espacio para la utopía, para los sueños, el lugar del Quijote y de los quijotismos. Ingresa, sutilmente, el gran significado de la nube de polvo, no el real, sino el metafórico, el simbólico, el quijotesco:

El aire cargado de partículas de polvo rojizo planeaba como una nube sobre la tierra reventada de la bahía, recordándole al padre esos caminos terrosos del país de su infancia donde el Caballero de la Triste Figura y su fiel escudero vieron una vez cómo toda la llanura manchega se les venía encima en una espesa polvareda. Y qué materia más blanda que una polvareda, más cercana al sueño, más apta para dar espacio a las realidades ficticias; ¿y quién podría jurar que son ficticias? Nunca te fíes de lo que ves, Chinita. No te olvides de que desde siempre el hombre ha tenido el poder de darle forma a la polvareda, hasta lograr que surjan de ella ejércitos enteros de nobles guerreros con sus escuderos y caballos y sus armaduras brillantes al sol. (p. 78).

Todo ello forma parte de la cultura de Vilma, cuyo diálogo con el padre, desde la más temprana infancia, le permite manejar referentes de muy diversa índole. La hija entra en el juego literario: ella lo que ha visto son dos manadas de ovejas y carneros. El padre, en otra vuelta de tuerca, considera que lo inverso también es legítimo: la realidad es a la vez ficción. O sea, lo real podría ser una nube de polvo.

La novela, como una de sus líneas argumentales principales, desarrolla la idea de que todo lo que se ha creído en relación a la protección que brinda la casa, y todo lo que ha dicho el padre, son solo una nube de polvo. No debe uno fiarse de lo que ve, el ser humano ha de darle forma a lo amorfo, y cada quien lo hará de acuerdo a sus percepciones y a su manera de ver el mundo. La apuesta del padre, en su diálogo permanente con la hija, la convicción que le transmite es que, en contra de las apariencias, siempre va a ganar el Quijote. Y la nube de polvo, en este sentido figurado, forma parte de la vida cotidiana de ellos dos. Hasta que en un cierto momento esta condición será puesta en duda.

Las nubes de polvo parecen ilusiones y espejismos, como lo es para Vilma la fantasía de poder conservar la casa de la playa tan amada, retomar la antigua seguridad de que estará ahí siempre y de que todos los años se podrá volver a ella para las vacaciones. De modo que la casa misma parece pertenecer ya a la nube de polvo, cuando la protagonista cree ver, como si ya fuesen inexistentes, convertidos en polvo, a los sólidos y entrañables objetos que pertenecen a ella, a los bancos de piedra y al columpio de hierro. En diálogo contradictorio –fecundo- con la imagen anterior, se expresa la desaparición de la nube de polvo, como si la lluvia se pudiera llevar, lavando el aire, todas las nubes de polvo posibles. Pero esto no se cumple, se queda solo en un deseo. En otra vuelta de tuerca, Vilma llega a pensar que es preferible que la casa muera en la juventud y que solo viva dentro de la nube de polvo.

Todas estas referencias a lo que le da título a la novela están dispersas en el texto, dichas incidentalmente, y no se destacan de manera especial en medio de las desenfrenadas acciones que tienen lugar. Solo una visión de conjunto permite valorar el fundamental papel que juegan, comprender por qué la autora, con su sabiduría habitual, escogió un título aparentemente plano, y aplaudir a la Editorial Equinoccio de la Universidad Simón Bolívar por no haber forzado un cambio de título, algo que quizás una editorial comercial sí hubiera hecho.

En cierto momento, anticipando la capa de corrupción que se va a extender sobre prácticamente todos los elementos que se representan en la novela, se produce un giro en la narración, cuando Vilma, convencida por el padre de que está resistiendo en contra de la empresa en cuanto a la venta de la casa no por amor a la vivienda ni por principios, sino para obtener un precio más alto por ella, rechaza la figura del Quijote, lo considera un eterno perdedor que no vale la pena. En ese momento se produce un cambio de contraseña en cuanto a la nube de polvo, que quedaría reducida a un lugar imaginario que nada tiene que ver con la vida real.

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