In Entrevistas

26 de noviembre de 2016

Esfera Cultural

Entrevista por María Laura Chang

Su acento, su rostro y su nombre la delatan. Ella no puede ser venezolana, aunque al leer Nube de polvo las dudas emergen con facilidad. La historia es tan criolla que no podría ser recreada por unos ojos externos. Está demasiado impregnada con la esencia, los valores, los paisajes y la gente de aquí. Tiene una atmósfera demasiado local, autóctona y hasta íntima. Es por ello que genera cierta inquietud al momento de analizarla. ¿Cómo Krina Ber logra adentrarse así, a una realidad que dista tanto de lo que culturalmente lleva en su sangre?

La respuesta viene desde la Universidad de Jerusalén, de la mano de la escritora venezolana Liliana Lara. Extranjera, exiliada o desplazada, no, ella es una infiltrada. Lo es porque describe una realidad desde adentro, en el lenguaje del país y con los mismos códigos que se manejan en esta tierra. Así se lo dijeron y esa teoría la convenció. Aunque es judía, polaca de nacimiento; aunque haya vivido en Israel; aunque también haya estado residenciada en Suiza y se casara con un portugués, ella escribe con una venezolanidad tan natural que crispa. Ella tiene una venezolanidad que crispa.

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Krina Ber a veces se muerde delicadamente las uñas cuando piensa qué decir. Habla despacio, con una paz muy suya, más que sonriente, serena. Su acento, imborrable, desconcentra. Pero con el tiempo pasa desapercibido y es cuando el contenido de su discurso resulta más interesante.

No es una escritora convencional. Los primeros días de noviembre su primera novela resultó ganadora de la octava edición del Premio de la Crítica a la Novela del año 2015, organizado por Ficción Breve Venezolana, con el patrocinio de la Fundación para la Cultura Urbana y el apoyo de la Librería Noctua y es por ello que Esfera Cultural la entrevistó.

¿Por qué considera Usted que Nube de polvo recibió este galardón?

Yo cuido mucho la narrativa. He cuidado mucho cada frase, cada imagen, la tensión del suspenso, la música, el ritmo. Pero estoy muy sorprendida con el premio porque la novela es modesta. No puedes decir de qué trata y eso podría ser hasta un defecto. Los premios se reciben porque hay una conjetura. Tal vez la gente se cansa de leer siempre sobre lo mismo. La gran característica es esa: no puedes imaginarte de qué trata. Estás leyendo pero no sabes cómo va a terminar, no sabes a dónde va a ir y eso lo hace un poco diferente.

Hay una esfera de expectativa del lector que no se puede definir pero existe. Y los libros que se premian, que se leen, o que se venden mucho siempre están dentro de esa zona de confort. En ese campo son los mejores, los que tienen el mejor ritmo, la mejor acción, el mejor lenguaje, o todo junto. Como es un premio de crítica, no de lectores ni de editores, ellos tal vez se fijaron en otras cosas. No dudo de la buena estructura y narrativa, porque lo trabajé mucho. Pero el elemento de no saber a dónde va el libro para mí es un valor agregado.

¿Cómo nació la novela? ¿Cómo fue el paso de cuentista a novelista?

Yo escribía cuentos y nunca sabía qué era lo que escribía cuando comenzaba. Me atrae una imagen, una situación y Nube de polvo nació exactamente así. De hecho la comencé como en el año 2005. Me gustó una frase, la escena de una muchacha que llega a una casa al borde del mar y todavía no es la madrugada, pero se siente que el día va a comenzar. El mar te lo trasmite con su sonido. Parece mentira que salió una novela de eso pero así fue. Después seguí, porque normalmente yo así lo hacía: partía de alguna escena y poco a poco el cuento se iba formando alrededor de la escena. Nunca comencé a escribir sabiendo el final.

Al principio pensé que Nube de polvo era un cuento, pero lo seguía desarrollando y no cuajaba. No cuajaba en cuento, sino que le añadía cada vez más cosas. Como en el año 2006-2007 lo dejé. Lo dejé y lo olvidé por completo. Yo no sabía qué había pasado con el perro. Había construido un misterio alrededor el perro y la verdad es que no sabía en qué iba a terminar. Para mí no saber lo que va a salir, es placentero.

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Krina Ber tiene muchas ideas y cuando habla las expresa por partes. Tiene en la mesa de la sala algunos libros de cuentos que escribió para su nieta de cinco años y en las portadas están los coloridos diseños de la pequeña. Un unicornio grande, hecho con creyón y marcador, adorna la puerta del estudio. A pesar de las divagaciones, a la escritora le gusta concretar y siempre cierra cada idea.

En 2010, cuando quedó viuda, su situación se volvió desesperante. Su hijo se mudó a su casa junto a su esposa e hija y avivaron el hogar. En la misma época Ber se incorporó a un grupo de amigos con los cuales leía y corregía textos.

-En el grupo había una muchacha de 18 años que acompañaba a su abuelo. Ella venía y como yo no tenía textos, desenterré estos y los fui llevando. Realmente les encantaron a todos, y la  muchacha me preguntaba cada sábado ´¿y cómo sigue?´ y así la pude terminar — añade la escritora.

¿Qué hay de Krina Ber en Nube de polvo?

Debe ser la única cosa que he escrito que no tiene absolutamente nada que ver conmigo o con mi propia historia. Nada. Lo único es que mi mejor amiga tiene una posada en Chichiriviche y los escenarios los tomé de allí. También hay una figura, que es la de la bruja, que vi un día en la playa, pero al resto de personajes no los conozco. Han venido  formándose, poco a poco, y actuando como son.

Por ejemplo, yo no tengo nada que ver con esa niña. O tal vez sí. La falta de familia. Yo crecí en una familia muy reducida: papá, mamá, un hermanito y yo, porque a todos los demás los mataron. Llegué aquí y me conseguí con esas tribus enormes. Hay algo de embeleso por parte de Vilma con la familia Barbosa… La gente me dice que efectivamente así son las familias venezolanas y la niña que no está acostumbrada a eso se sorprende. Ella está embelesada, tan pronto llega es recibida, aceptada. Y ese aspecto es algo mío, definitivamente. Solo en ese aspecto.

¿Y en el tema de la adolescencia?

Vilma es contemporánea de mi hijo mayor, por eso  yo sabía a qué jugaba, qué escuchaba, cómo bailaba. Pero el tema de adolescencia ocupa a mucha gente, generalmente a los que acabaron de salir de ella. Yo tenía dudas porque me inquietaba escribir una novela juvenil. A lo mejor, como no escribí una de joven, ésta que es la primera, salió así. Ahora, ¿porqué la protagonista tiene 14 años?, eso tampoco lo sé. Así fue la primera visión que tuve de la muchacha disfrazada para la fiesta, que viene y se consigue con el cadáver del perro de la puerta.

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Es extraño que, aunque en negación, cuando Krina Ber habla de Nube de polvo  se vislumbran los retazos de su vida que, innegablemente, permearon su escrito. Cuando reconoce, finalmente, que sí hay más aspecto de sí misma en Vilma, lo dice con cierta sorpresa.

–Vilma tal vez tiene todo lo que me hace falta – confiesa Ber y continúa- a su edad yo jugaba muñecas, no tenía ninguna preocupación sexual, no perdí la virginidad a los 14 ni a los 18 tampoco. Aprendí a manejar cuando llegué a Venezuela a los 27 y nunca aprendí a cocinar, por ejemplo. Ella es muy eficaz. Es una niña poderosa, muy fuerte.  Ella creció sin mamá. El padre es un personaje que me atrae bastante. Un personaje con principios, con ética, con moral y todo.

–Existe también algo que comentaba anteriormente. Mientras yo no sabía que escribir cuentos y ganar concursos era difícil, lo hacía. Vilma hace muchas cosas porque no se da cuenta de que tiene ese poder. No se da cuenta de que todo lo que ella hace es difícil. En el momento en el que aprende que eso no es normal, que nadie puede mantener una casa en las condiciones en qué ella lo hizo, allí en la playa, se paraliza y nunca más podrá hacerlo. Hay un poder en ignorar que algo es difícil y ese poder lo tienen los niños.

¿Qué espera que se lleve el lector de Nube de polvo?

En primer lugar, cierta sensación de veracidad y belleza. Así como algunos temas. El tema de crecimiento, de una adolescente a mujer. Hay un tema de memoria tratada como lo que es, media ficción. El tema con el que yo titulo la novela, se apareció de a poco. Por un lado la memoria es una nube de polvo porque no recordamos bien las cosas, pero también la realidad. En efecto Kundera dijo: “vivimos en presente con los ojos vendados”. Eso quiere decir que no sabemos si algo que se esté cocinando en Estados Unidos, o aquí en el Gobierno hoy nos va a repercutir de manera terrible en nuestras vidas mañana. Uno no sabe lo que está viviendo en realidad.

Hay muchas cosas que no sabe esta muchacha. No está pasando gran cosa en realidad. Se trata de un chanchullo en torno al valor real de una casa.  Hay ese ambiente muy venezolano pero  uno tiene que ser de afuera para sentir que allí hay el problema grave llamado para legalidad.  Y es un género de violencia queda miedo sin que se muera nadie, sin estridencias, pero que da mucho miedo igualmente. Yo trato de evitar lo que todo el mundo escribe . Trato de escribir sobre algo que uno no se espera

¿Eso quiere decir que el hecho de no haber nacido en Venezuela influye positivamente en su manera de reflejar al país a través de su literatura?

Modestamente si. Una parte del país, porque reflejarlo completo es mucho decir. No haber nacido aquí  hace que  vea las cosas de una manera distintas a como las ven y describen otros escritores.  No estoy muy segura de definirlo con claridad, pero sé que esa diferencia hizo que ganara algunos premios. Estoy muy agradecida por eso.  Creo que el motivo por el cual me leen es precisamente esa mirada diferente, pero desde adentro.

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