Armando José Sequera
Carta a Krina Ber
Krina:
Leí con enorme gusto tu novela, especialmente, al comprender que con la nube de polvo habías logrado un excelente símbolo multifuncional.
Como lo expresas en el libro, dicha nube sirve para hacer que la visión que tenemos de los acontecimientos cercanos puedan lucir difusos, pero eso también es aplicable a los recuerdos, como se demuestra a lo largo de la narración.
Ésta, por cierto, me desconcertó al principio, pues se retornaba una y otra vez a los mismos hechos, aunque agregándoles siempre nuevos detalles.
Tuve la impresión de mirar un carrusel girando, en el que si las monturas están ocupadas, en cada vuelta ofrece un escenario similar, aunque con ligeros cambios, bien en el rostro de quienes montan, como en sus gestos y posturas.
Por otra parte, los dos puntos de vista de Vilma Sandoval, desde dentro y desde fuera, me hicieron pensar tanto en percepciones contradictorias como complementarias.
Sin embargo, a medida que la novela avanza, se van aclarando los sucesos, tal como cuando la nube de polvo se desvanece o nos deja atrás.
Lo acontecido en torno a la casa en Lutacas parece ser y no ser al mismo tiempo, tal como lo que se ve a través de las nubes de polvo. He estado en algunas y, aparte de la sensación terrible de molestia ocular, todo cuanto se ve es difuso, confuso, como en siluetas móviles que se desarman.
Y ésta fue la forma como acertadamente adoptaste la narración, diluyendo como en dosis goteantes o en granos de arena que descienden por una clepsidra los hechos.
La nube de polvo está presente todo el tiempo, incluso años después de lo contado. Lo expone Vilma en la página 373 cuando dice: «Pero esa es otra historia, una de muchas que han seguido a aquel verano, alejándolo, diluyendo sus contornos en veinte años de cambiantes paisajes cotidianos».
Los amores de Vilma y Jorge parecen transcurrir durante una tormenta de arena. Todo es brutal, vertiginoso, y a la vez difuminado, como espejismos en tránsito, espejismos que aparentan tener vida, aunque estén muertos o muriendo.
Tales amores nacieron sin esperanza. Los personajes lo saben desde el principio y por eso el desdén inicial de Jorge y la incredulidad de Vilma. Pero las cosas pasan y ambos son atraídos por el vórtice del huracán que atraviesa sus existencias.
La red de mentiras tejidas por los padres de ambos en torno a casi todo hace borrosos los contornos de lo que pasa y puede pasar. La empresa turística no se queda atrás y todo cuanto sucede está permeado por las voluntades de estos personajes que si bien tienen preeminencia en la trama, son como actores de reparto en la misma.
Igual que en la vida, estamos en manos de seres y pensamientos que nos mueven o influyen, sin que tengamos conciencia de hasta dónde somos libres y hasta dónde esclavos o entes sumisos. Los centros de mando o de poder verdadero son tan nebulosos que se duda que sean quienes en verdad son.
Vilma y Jorge están a merced de muchas personas y por eso cuanto hagan o deseen hacer está supeditado a dichas personas.
Por eso su relación está destinada al fracaso, a esfuminarse como un recuerdo o una vieja foto que pierde su imagen.
El símbolo de la nube de polvo me gustó porque es aplicable tanto al espacio como al tiempo. Incide en la vida toda. Nuestra percepción, influida por prejuicios, ideologías, creencias, experiencias propias y ajenas, nuestro estado de salud física y mental y el propio acontecer, recibe cuanto le llega como a través de una nube de polvo. Los recuerdos van desapareciendo como los objetos inundados por el tsunami de arena o polvo, hasta el punto de no parecerse a lo que en realidad sucedió alguna vez.
La casa de la playa de Antonio Sandoval desaparece en una nube de polvo. El dinero que recibió por ella igual. Su relación con Vilma también. Pero tal como ocurre con las verdaderas nubes de polvo o arena, cuando éstas pasan, las cosas quedan cubiertas del material nuboso, lucen intactas pero han sido afectadas por esos residuos que el viento ha traído.
Creo que has construido un excelente libro y ojalá pueda leerse más allá de Venezuela y el continente americano.
No te quise escribir cuando recién terminé de leerla, poco después de cerrado el concurso, porque quise que la nube de polvo decantara sus sedimentos en mí.
Considero, además, que eres una excelente narradora y que tienes gran capacidad para construir imágenes literarias originales, metáforas y símiles de buena ley, como los minerales.
Te felicito como lector y como amigo. Que tanto la novela como tu amistad las valoro enormemente.
Un gran abrazo desde Valencia,
Armando