Luz Marina Rivas.
¿Qué tienen que ver una calle llena de pequeñas zapaterías y talleres con una novela? ¿Cómo se relaciona el mundo tridimensional de los espacios urbanos, que puede expresarse en planos, y el mundo de la literatura que se desarrolla linealmente en las páginas de los libros párrafo tras párrafo? ¿Se pueden leer las ciudades como textos y los textos como ciudades? ¿Qué misterioso impulso puede llevar a una arquitecta, apurada por presentar proyectos y diseños en tiempos muy medidos, a elaborar un erudito estudio sobre dos obras literarias de autores tan densos como Antonio Muñoz Molina y Carlos Fuentes?
La publicación de este libro de Krina Ber es un acontecimiento que celebramos con gran alegría, puesto que es un testimonio de una historia anterior de la hoy exitosa narradora polaco-israelí-portuguesa-venezolana Krina Ber. Se trata de un detallado y hasta primoroso (cabe el adjetivo) estudio académico del espacio de ficción en dos novelas de dos de sus autores más admirados: el español Antonio Muñoz Molina y el mexicano Carlos Fuentes. Se trata de su meritorio Trabajo de Grado de la Maestría en Literatura Comparada, que recibió en su momento la calificación de “Excelente”.
Conocí a Krina cuando se inició en ese importante viaje de búsqueda que fue su maestría, iniciada en 2002. Por aquel entonces, no era la escritora que es hoy, aunque ya había asistido a diversos talleres literarios y, secretamente, se iniciaba en la escritura de creación. Para aquel entonces, lo que sus profesoras más cercanas sabíamos, era que era una lectora voraz, algo que nos maravillaba particularmente, pues ella no venía de la carrera de Letras. Se había graduado de arquitecta en Suiza, y trabajaba como tal, pero había en ella una sed de comprender la literatura, de cumplir con ello un largo anhelo. Su sorprendente historia de vida la ha hecho recorrer muchos espacios: nacida en Polonia, con una adolescencia transcurrida en Israel, estudiante en Suiza, casada con un portugués con quien vivió un tiempo en Lisboa y establecida finalmente en Venezuela, Krina ha debido hacer suyos una y otra vez espacios totalmente diferentes. De ahí que no sea difícil entender su interés por ellos. Tanto su profesión como sus migraciones muestran que muchos lugares han tenido que ser intereses fundamentales en su vida. Sin embargo, si nos preguntamos el por qué su interés en los lugares ficcionales, su necesidad vital de escribir y adentrarse en los meandros de la literatura, los de la crítica académica y los de la creación, tendremos que convenir en que los espacios son mucho más que lugares físicos. Krina se ha visto obligada, por sus tránsitos vitales, a comprender culturas también muy diferentes y apropiarse de lenguas muy diferentes. Los espacios culturales, como la lengua, determinan la manera de pensar y sentir el mundo. Por todo ello, este trabajo resultante de un diálogo interdisciplinario entre la arquitectura y la literatura encontró en la Maestría en Literatura Comparada el espacio más propicio para su desarrollo.
Krina ha hecho suyo el español de Venezuela, como lo ha demostrado –valga la digresión- en el dominio de su lengua narrativa en los excelentes libros Cuentos con agujeros (2005) y Para no perder el hilo (2009). Al irse apropiando de una lengua, se va apropiando de una ciudad. Como escribe en el español de Venezuela, ha hecho suya a Caracas.
Sin embargo, también se adueña de otras ciudades narrándolas; por ejemplo, uno de sus mejores cuentos “Los dibujos de Lisboa” es una extraordinaria historia, cuya protagonista escoge intuitivamente y dibuja espacios de la ciudad (los dibujos acompañan el texto), que encierran historias desconocidas por ella, que tocan profundamente a la familia de su esposo.
En el libro que presentamos hay una develación de los mecanismos de construcción de los espacios de Muñoz Molina y de Fuentes, con la atención de un relojero que buscara comprender cómo funciona una caja de música del siglo XVIII. Si bien en ambas obras, los espacios generan destrucción y extrañeza en los personajes, la forma como estos últimos se vinculan con las ciudades ficcionales de Mágina y Ciudad de México son completamente diferentes, tanto la manera de comprender el centro y la periferia, como en la forma de relacionar las partes con el todo o, mejor dicho, el modo como los fragmentos del espacio urbano se ordenan para construir un todo coherente o se suman sin cohesionarse. Los mecanismos de construcción espacial son cuidadosamente analizados sin dejar nada de lado: cómo se construyen ciudades abiertas o cerradas; el estudio del tiempo, ese gran medidor de los espacios que determina cómo se vive la historia, cíclica o linealmente; la identificación de los habitantes de una ciudad con su espacio, al punto de metaforizarlo o no con características humanas; la percepción de los lugares como íntimos u hostiles; las formas de pertenencia e identidad vinculadas con ellos (arraigo y desarraigo) y la reflexión sobre la relación entre la percepción de los espacios y la cultura.
Puede percibirse en este magnífico esfuerzo a una narradora en ciernes estudiando con cuidado a sus maestros, buscando respuestas a sus preguntas, en una paciente y rigurosa labor, con la humildad de aproximación con que lo hace un estudiante, bajo la sabia tutoría de la Profesora Rosario De León, a partir de estudios previos de críticos eruditos como los de Denis Bertrand, María Azucena Macho Vargas o Luz Aurora Pimentel y otros, y de teorías que han resultado muy productivas para el trabajo de Krina Ber, como la narratología de Gérard Genette, puesta a prueba exitosamente como base para la comprensión de las estructuras narrativas, o el pensamiento de la cultura en autores como Octavio Paz, el propio Carlos Fuentes o Michel Foucault.
No puede dejarse de lado mencionar la importancia de su reflexión final sobre los espacios latinoamericanos a partir de ejemplos venezolanos en sus conclusiones. De alguna manera, el trabajo la lleva a apropiarse de su espacio venezolano de adopción. La profundidad del estudio, lo acertado de la puesta en relación de autores tan diversos, la comparación brillante de las dos obras de ambos lados del Atlántico resultan en un trabajo académico modelo, amén de que ha debido ser un peldaño fundamental en el camino de Krina Ber como narradora de ficciones, tal como puede constatarse en la fascinación que producen los espacios de sus cuentos.