In Los dibujos de Lisboa, Reseñas

7 DE DICIEMBRE DE 2009

ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA

EXTRACTO DEL DISCURSO DE INCORPORACIÓN  DE DON CARLOS PACHECO

Publicado en:

CARACOL DEL LENGUAJE: teoría y prácticas del cuento

EDITORIAL EQUINOCIO, (2016)

 

Krina Ber narra a Venezuela con los ojos del mundo

 

Una tarde de verano, mientras su hijo juega con sus primos en un parque de Lisboa, la protagonista de un relato autoficcional de Krina Ber comienza a dibujar, sin saber aún que esa ciudad que la adoptó para brindarle un esposo, una nueva familia y una nueva lengua, estaba a punto de regalarle también el súbito descubrimiento de uno de sus talentos. Ese descubrimiento es el hilo maestro de la trama de “Los dibujos de Lisboa”, uno de sus mejores cuentos (premiado como tal) sin dejar de ser también un libro de viajes y un cuaderno de memorias, todo esto ilustrado con algunas muestras seleccionadas de los dibujos de la autora-protagonista.

En otro momento, parece haber habido un episodio similar de descubrimiento de la escritura, según permite adivinar la dedicatoria de su primer libro, que reza: “[…] para María Inmaculada Barrios, que algún día me dijo: ¿Por qué no lo escribes?” Se trata sin duda de procesos paralelos: Descubre el dibujo que hasta el mínimo detalle registra con mano diestra las estampas urbanas de la capital portuguesa que es, como ninguna otra, una colección de viñetas; y descubre el don de la escritura que le permite ficcionalizar experiencias reales — vividas, presenciadas o escuchadas— con sorprendente habilidad de tejedora de ficciones. Su formación como arquitecta se echa de ver, para bien, en cada trazo de la dibujante y en cada trazo de la narradora, porque les aporta rigor, precisión técnica y léxica, capacidad descriptiva, criterio estructurador.

Se trata de un caso verdaderamente excepcional éste de Krina Ber. ¡De qué manera — tan tardía como vertiginosa— ingresa en nuestro espacio literario! Se incorpora así de un distinguido grupo de damas escritoras, casi todas vinculadas a la vida universitaria, que en las décadas recientes se han volcado con éxito a la escritura de ficción, nutriéndose de una carrera anterior ya muy bien cumplida y de una rica y diversa experiencia personal de la vida. Nuestra apreciada cofrade académica Ana Teresa Torres es quien encabeza en los ochenta, desde la psicología y el psicoanálisis, este tipo de viraje venturoso hacia la ficción. Le seguirán en esta última década Carmen Vincenti y Judit Gerendas, desde la teoría y la crítica literarias; y MichaelleAscensio, desde la antropología y la historia.

Pero el caso de Krina es aún más sorprendente. Descendiente de una pareja que logró escapar del holocausto saltando del tren que los conducía al campo de exterminio, nacida en Polonia en 1948, educada en Israel y en Suiza, donde se gradúa de arquitecto, se casa, vive y trabaja en Portugal antes de llegar a Venezuela en 1975. Les parece a ustedes verosímil (ya que hablamos de ficción) que quién sólo vino a aprender el español ya avanzada la tercera década de su vida, se esté destacando tan rápidamente como una de nuestras reconocidas narradoras de ficción? En efecto, contra toda probabilidad, debido a su envidiable oído lingüístico, a una gran permabilidad cultural y a un talento narrativo indiscutible, comienza —y con toda justicia— a obtener distinciones prácticamente desde que inicia su vida de escritora, ya en el siglo presente.

Uno de ellos, el Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, un certamen creado por el distinguido académico y apreciado amigo don Alexis Márquez Rodriguez y afortunadamente mantenido en pie por la editorial hasta la actualidad, le abre el camino de la edición con el volumen primerizo Cuentos con agujeros (2004), poseedor ya de relatos (en especial los extensos) de extraordinaria factura. En este caso, los certámenes han cumplido su cometido de proyectar y estimular nuevos talentos. El haber ganado el emblemático concurso de El Nacional en 2007, en el que ya había obtenido mención en 2002, junto a otros tres galardones, además de su participación en la Semana de la Narrativa Urbana en 2006, la han proyectado más aún y sus trabajos figuran ya en varias antologías del nuevo cuento venezolano. Hace apenas un par de meses, la casa RandomHouseMondadori ha incluido Para no perder el hilo, su segundo volumen de relatos, en su selecta colección de narrativa venezolana.

Esa metáfora textil utilizada para urdir el título de este segundo libro no puede ser más acertada. Los doce relatos que lo integran, podrían aparecer a la primera vista como dispersos en sus emplazamientos, tonos, asuntos y estrategias, ya que se relacionan con instancias muy diferentes de la vida de la autora, una vida políglota y cosmopolita que ha sido rica en migraciones y extranjeridades. De hecho, esta perspectiva hasta cierto punto externa (aunque nada ajena) hacia lo venezolano, y en particular hacia el habla nuestra, es una peculiaridad valiosa, puesto que —a veces con candor, a veces con ironía— esa mirada penetra y logra ver lo que ya por habitual y por sobreentendido se ha vuelto invisible a los ojos locales. Sin embargo, gracias a la habilidad perfectamente narrativa de su autora, los cuentos resultan perfectamente hilvanados por una serie de viñetas introductoras a cada una de sus cinco secciones y, más aún, porque la diversidad resulta perfectamente integrada por la mirada consistente, única, del sujeto migrante, esa trasplantada venezolana por elección que ocupa el papel de narradora y también por el melodioso castellano de su escritura, ya poseedor de distintiva personalidad.

Tres de los relatos, justamente los de mayor extensión, bien encaminados hacia la dimensión de la novela corta, requieren especial comentario. El primero es justamente el titulado “Los dibujos de Lisboa”, ya mencionado, donde una narradora ya experta supera airosamente las fronteras de las codificaciones discursivas que inútilmente pretenden separar las memorias autobiográficas, la novela corta de atrayente intriga familiar y política y el libro de viajes. Es un relato que anuncia ya sin lugar a dudas, que Krina Ber está por ingresar en el océano más vasto de la novela plena.

También despunta en este nuevo libro la osadía del cuento “Amor”, ganador del premio El Nacional 2007. Desde su mismo título, este relato se atreve a nombrar y luego a narrar la vida conyugal, la relación monógama, como espacio compartido y perdurable de la felicidad. Se atreve incluso a explorar de manera explícita y directa sus meandros emocionales y eróticos, sin dejarse arrollar por esa suerte de moderno puritanismo al revés que sólo considera ficcionalizables o dignos de representación artística la sexualidad y, en general, la relación amorosa cuando tiene lugar fuera de la pareja estable. Como es característico en su obra, este cuento desarrolla una trama muy fluidamente entretejida alternando, por una parte, la inmediatez de una pareja ya mayor donde ella recuerda episodios clave del pasado, cuando la relación estuvo en riesgo y, por otra, esas situaciones mismas: el angustioso desencuentro neoyorkino con su ángel de guarda colombiano y la casi infidelidad margariteña, abortada justo antes del punto de no retorno. La novedad de los asuntos y sobre todo en su resolución narrativa brindan a este cuento un “efecto de realidad”de suma potencia.

Una verdadera sabiduría narrativa se va reconociendo también y finalmente, página tras página, en “El kiosco de Nilda. Cuento de hadas urbano”; sabiduría capaz de integrar armoniosamente varios elementos muy dispares. El primero es algo bastante inusual en nuestra narrativa de ficción: los protagonistas son dos preadolescentes. Robi y “Barbie”, dos compañeritos del colegio, son vecinos de un condominio caraqueño de clase media donde abundan los inmigrantes. La otra protagonista es Nilda, una negra ya mayor, voluminosa y simpática, que se gana la vida con su kiosco de periódicos y chucherías en la esquina misma del edificio. Vecina también y gran observadora es quien cumple su misión de narrar la vida de ese hábitat multifamiliar. La historia se distingue y nos sorprende porque despliega de repente embrollos y enigmas de carácter fantástico, aunque brinda, a quien quiera tomarlas, hipótesis racionales para explicar lo extraordinario. Para colmo, el contexto de los acontecimientos, narrado con extremo dramatismo, es el de las revueltas populares de febrero de 1989, el “Caracazo”, que llegan a adquirir papel protagónico en las páginas centrales del relato. Lo llamativo es que estos elementos tan dispares resultan tan bien integrados a una narración unitaria y equilibrada que no tiene nada que envidiar a los mejores momentos de la saga de Harry Potter.

De esta forma tan rauda como entrañable, Krina Ber no sólo se apropia de nuestra lengua, el castellano de Venezuela, con llamativa maestría, sino que logra además presentarnos una versátil y convincente imagen ficcional de la difícil y conflictiva Venezuela contemporánea. Por eso puede contarse ya, con pleno derecho, entre los más distinguidos narradores de la nación.

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